Dejamos pasar el tiempo cuando deberíamos ponerle fin a algo de inmediato. • No sabemos si el cambio es necesario, o si “eso” o “él” se puede arreglar. • Tememos a lo desconocido. • Tememos a la confrontación. • Tememos herir a alguien. • Tememos dejar ir algo y a la tristeza subsecuente al cambio. • No poseemos las habilidades para llevar a cabo el cambio. • Ni siquiera sabemos las palabras correctas a emplear. • Hemos vivido tantos cambios dolorosos en nuestro historial personal que deseamos evitar otro. • Cuando los cambios son forzados, no sabemos cómo sobrellevarlos y luchamos por
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