En el síndrome de impotencia aprendida, el cerebro comienza a interpretar los incidentes de manera negativa, y, por ende, se refuerza la creencia de que “todo es malo”. Por ejemplo, cuando alguien no concreta una venta, piensa: “Soy un perdedor, todo el negocio está mal y no cambiará”. Seligman y otros autores denominan ese fenómeno “las tres p”. Los incidentes se interpretan de manera negativa y previsible: primero, como personalizados (soy un mal vendedor); segundo, como predominantes (todo lo que hago o cada aspecto del negocio está mal), y tercero, como permanentes (nada cambiará). Con
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