Aquí en La Mesa a veces hace frío. Mis hijos me trajeron una cobija eléctrica que se ha vuelto uno de los objetos más apreciados de mi casa. Al principio me impresionaba el cordón umbilical que me unía todas las noches al enchufe de la pared. Eso fue después de que se murió Sara, por supuesto, y el mundo se me puso frío. Es la lentitud creciente de la circulación, dicen, lo que enfría tanto a los ancianos. Pero después perdí esa impresión molesta y pensé con cierta ironía que los viejos nos volvemos niños, y que esta de la cobija eléctrica era la primera señal de la niñez circular, la del
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