Siento aquí la belleza de la hora, claro, sus medias tintas, me encanta la presencia de los murciélagos en la penumbra, pero me abruma a veces la melancolía. «Ya te dio el autismo», decía Sara cuando me veía encender el primer Pielroja, servirme el ron o la cerveza que me tomo cada día, y quedarme ensimismado mucho rato aquí en el corredor. Y aunque no me considero particularmente romántico ni sentimental, lo cierto es que es esta la hora en que más la extraño y me atormenta su ausencia… «A ver, a ver, cómo es eso de que no sos romántico, David.» Se habría burlado ella, tal vez. «¡Si no me
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