Es triste que ahora escriba los chistes que hasta hace apenas dos años hacía cuando Sara seguía viva. «Especie de chistes», habría precisado ella en este caso. Justo entonces a un taxi en el que venía mi hijo mayor lo estrelló la camioneta de un junkie borracho, en la calle Seis con Primera Avenida, a menos de cuatro cuadras del apartamento, y yo, y Sara y todos, entramos en el más profundo de los infiernos.

