La fortaleza única y maravillosa de la novela es la dramatización de los conflictos internos. Eso es lo que mejor hace la prosa, mucho mejor que el teatro o las películas. Ya sea en primera o en tercera persona, el novelista se desliza dentro de los pensamientos y de los sentimientos con sutileza, con densidad y con unos conjuntos de imágenes poéticas que le permiten proyectar en la imaginación del lector la confusión y las pasiones de los conflictos internos. En la novela el conflicto personal se delinea desde la descripción, con imágenes verbales de los personajes intentando luchar contra la
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