La maestría singular y la gracia del teatro es la dramatización del conflicto personal. Eso es lo que mejor hace el teatro, mucho mejor que la novela o las películas. Toda gran obra de teatro es casi en su totalidad puro diálogo, tal vez un ochenta por ciento para el oído, y sólo un veinte por ciento para la vista. La comunicación no verbal; los gestos, las miradas, hacer el amor, pelear, es importante, pero los conflictos personales evolucionan principalmente y para mejor o para peor a través de la conversación. Además, los dramaturgos tienen una licencia de la que carecen los guionistas.
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