Estos momentos son sinceros y poderosos porque la presión de la vida ha atenazado a esos personajes entre dos males obligándoles a elegir el menos malo. Y en una historia bien escrita, ¿dónde se acumula la mayor presión? Al final del recorrido. Así el escritor inteligente obedecerá el primer principio del arte temporal: guardará lo mejor para el final. Porque si revelamos mucho demasiado pronto el público intuirá el clímax mucho antes de que se produzca.