En el período neoclásico (1750-1850) el teatro francés obedecía estrictamente las unidades: un conjunto de convenciones que restringía la interpretación de una obra a una única acción o trama básica que se desarrollaba en una sola localización y dentro del plazo de tiempo en el que se llevaba a cabo su interpretación. Pero los franceses se dieron cuenta de que, dentro de esa unidad de tiempo y espacio, la entrada o salida de los principales personajes cambiaba radicalmente la dinámica de las relaciones y llegaba a crear una nueva escena.