Hay dos principios que controlan la implicación emocional de un público. Primero, la empatía: la identificación con el protagonista que nos hace introducirnos en la historia y buscar, a través de él, nuestros propios deseos en la vida. Segundo, la autenticidad: debemos creer o, como sugirió Samuel Taylor Coleridge, debemos estar dispuestos a congelar nuestra incredulidad.