El sol asomaba tristemente en el seno de la niebla, y el objeto más doloroso que alumbró fue aquel hombre dotado de facultades intelectuales sólidas y brillantes, lleno de sentimientos generosos y susceptible de emociones vivas y puras, pero incapaz de dirigir su talento, de bastarse a sí mismo o de hacer nada por su propia felicidad, y que lloraba su existencia perdida, la existencia que entregaba como pasto a los demás, que, como fieras, la devoraban.

