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Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno: era, en una palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, en opinión de autoridades muy respetables, solo se puede hablar de él en superlativo, tanto para bien como para mal.
Crecían entretanto en los grandes bosques de Francia y de Noruega árboles que el Leñador, el Destino, había marcado para ser talados con la idea de construir con sus tablas un cadalso de nueva invención, provisto de una cuchilla y un saco, y del cual debía conservar la historia un espantoso recuerdo.7 También en aquellos días se albergaban bajo los cobertizos de algunos de los labradores que cultivaban las tierras de las cercanías de París toscos carros cubiertos de lodo, olfateados por los cerdos y que servían de cama a las gallinas, y que el Granjero, la Muerte, había elegido para
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Cuando entro en una ciudad populosa por la noche, pienso que cada una de las casas agrupadas en la sombra tiene secretos que le pertenecen, que cada uno de los aposentos que encierran tiene su propio secreto, y que cada uno de los corazones que laten en el pecho de sus miles de habitantes es un secreto para el corazón que está a su lado y que le es más querido. Hay en este misterio algo más terrible y desgarrador que la Muerte. No podré volver más las hojas de ese libro amado que esperaba en vano leer hasta el fin; ni sondearé más con la mirada esa agua profunda donde a la luz de los
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Mi vecino, mi amigo, ha muerto; la que amaba, la que era la alegría y la dicha de mi corazón, ha dejado de vivir, y su muerte es la inexorable continuidad del secreto que hubo siempre en el fondo de su alma, como hay uno en mí que me llevaré a la tumba.
es posible que las preocupaciones de segunda mano, como la ropa de segunda mano, no sean muy duraderas.
La voz tenía un tono desgarrador y horrible; no era la debilidad que resulta del enflaquecimiento físico, aunque hubieran contribuido a ella en gran parte los padecimientos, sino la que se contrae en la soledad y procede del prolongado silencio.
La muerte es un remedio soberano que la naturaleza aplica a todos los seres.
El sol asomaba tristemente en el seno de la niebla, y el objeto más doloroso que alumbró fue aquel hombre dotado de facultades intelectuales sólidas y brillantes, lleno de sentimientos generosos y susceptible de emociones vivas y puras, pero incapaz de dirigir su talento, de bastarse a sí mismo o de hacer nada por su propia felicidad, y que lloraba su existencia perdida, la existencia que entregaba como pasto a los demás, que, como fieras, la devoraban.
desde la época en que reinaba un verano perpetuo en el Edén hasta nuestros días, en que es raro que el invierno abandone estos climas degenerados, los hombres han obedecido invariablemente la ley que los obliga a enamorarse de una mujer, y Charles Darnay seguía la ley común.
–Has obrado bien, amigo mío; los hombres de tu carácter les hacen creer que esto durará mucho tiempo y, por lo tanto, estarán más tranquilos y todo acabará antes.
–Un terremoto puede tragarse una ciudad en menos de unos minutos –continuó la mujer, sin conmoverse–, y ¿cuánto tiempo se ha necesitado para preparar la catástrofe? –Siglos tal vez –murmuró el tabernero.
Si nadie te hubiera gustado, yo habría sido la causa; la parte oscura de mi existencia habría proyectado su sombra más allá de mí mismo cayendo sobre ti.
–Creo que no; la índole de su inteligencia exige tal vez que esté siempre ocupado. Esa necesidad imperiosa, que le es natural, ha crecido extraordinariamente por culpa de sus penas, y cuanto menos ocupadas estén sus facultades intelectuales en el estudio, más habéis de temer que se entreguen a ideas perniciosas y tomen un mal camino.
El horror que inspira a las almas honradas la destrucción y el secreto es tan grande que, al cumplir con su obra caritativa y hacer desaparecer sus huellas, el señor Lorry y la señorita Pross sentían las mismas emociones y estaban igual de pálidos que si perpetrasen un crimen espantoso.
Por tenebroso que fuese el porvenir, era, sin embargo, desconocido, y en su oscuridad se cobijaba la esperanza de la ignorancia.
¡Libertad, Igualdad, Fraternidad o Muerte! La última es más fácil de dar que las otras tres. ¡Oh, Guillotina!
–Hay en la desesperación una fuerza prodigiosa
El viento y las nubes corren tras ellos, la luna toma parte en la fuga y las tinieblas los siguen y los envuelven.
como su valor procedía de un sentimiento de ternura, le fue imposible contener las lágrimas, y madame Defarge, a quien toda emoción era completamente extraña, creyó que su llanto era un indicio de debilidad.
Forjad otra vez la humanidad con semejantes martillos, y se torcerá bajo vuestros golpes y creará los mismos monstruos; sembrad nuevamente el privilegio rapaz y la opresión tiránica, y podéis estar seguros de que recogeréis los mismos frutos.

