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La plenitud sensorial, la copiosidad, los abundantes —superabundantes— detalles de la vida, que constituyen la rapsodia.
rodeaba, como si la naturaleza fuese una manifestación de su propia vida (el sol, el cielo, las montañas, el río, los árboles,
No puedes permitir que los grandes te impongan su intolerancia, del mismo modo que no puedes permitir que los pequeños se conviertan en un nosotros y te impongan su ética.
lo accidental que es el sino, o lo accidental que todo puede parecer cuando es ineludible.
«Los hombres no te pagan para que te acuestes con ellos. Te pagan para que te vayas a casa».
La verdad acerca de nosotros es interminable. Como lo son las mentiras.
Pero lo peligroso del odio es que, una vez empiezas a sentirlo, lo experimentas cien veces más de lo que esperabas. Una vez empiezas, no puedes detenerte. No conozco nada más difícil de dominar que el odio. Es más fácil dejar de beber que dominar el odio, y ya es decir.
Hoy el alumno hace valer su incapacidad como un privilegio. Si no puedo aprender una cosa es porque hay algo erróneo en ella, y especialmente en el mal profesor que quiere enseñarla. Ya no hay criterios, señor Zuckerman, sino solo opiniones.