En el evangelio, Dios revela la profundidad de nuestra necesidad de Él. Nos muestra que no hay nada en lo absoluto que podamos hacer para llegar a Él. No podemos fabricar nuestra salvación. No la podemos programar. No la podemos producir. Ni siquiera la podemos iniciar. Dios tiene que abrir nuestros ojos, liberarnos, vencer nuestra maldad y apaciguar su ira. Él tiene que venir a nosotros.

