55. El vicio, en general, no produce daño alguno al universo; en particular, no perjudica a nadie, siendo sólo nocivo al que tiene la facultad de poder eximirse de él, siempre que quiera decirlo así. 56. El libre albedrío de mi prójimo es igualmente indiferente a mi libre albedrío como su soplo y su carne. Puesto que, aunque en realidad los unos nacimos para los otros, la recta razón de cada uno posee su propia independencia; de no ser así, la maldad del prójimo vendría a ser un mal para mí. Pero Dios no lo ha decretado de este modo, porque, de lo contrario, estaría en manos de otro el que
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