Aunque te asesinen, te despedacen, te provoquen con maldiciones, ¿qué impide conservar tu inteligencia pura, sabia, prudente, justa? Es como si algún transeúnte, parándose cerca de una fuente cristalina y agradable, la injuriase; no por ello dejaría ella de manar su linfa saludable; aunque se le echase cieno y estiércol, al punto lo dispersaría, arrastrándolo, sin mancillarse. ¿Cómo, pues, poseer en ti un manantial inagotable? Crece a todas horas en independencia, pero acompañado de benevolencia, sinceridad y modestia.