Diego Arellano

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29. La causa universal; como un torrente impetuoso, lo arrastra todo. ¡Cuán mezquinos son estos pigmeos que se dedican a los asuntos del Estado y pretenden obrar como filósofos! ¡Ruines despreciables! ¿Y entonces, amigo mío? Haz lo que exige de ti la naturaleza. Manos a la obra, mientras haya lugar, y no te preocupes por si te imitan. No sueñes en ver establecida la república de Platón, antes bien, conténtate con tal que progreses un poco, considerando que no es poco fruto este pequeño resultado.
Meditaciones
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