En Europa existen largas estanterías de libros dedicados a todas sus guerras, archivos llenos de documentos y salas especiales en los museos. En África no hay nada parecido. La guerra, incluso la más larga y grande, desciende de prisa a la zona de la no-memoria y cae en el olvido. Sus huellas desaparecen al día siguiente: a los muertos hay que enterrarlos enseguida y en el lugar de las chozas quemadas hay que levantar otras nuevas.

