En términos budistas, esta necesidad de alternancia se llama «la corrupción de percibir las dos verdades como si fueran entidades diferentes». Cuando esta corrupción se acaba, una sola conciencia puede percibir los fenómenos convencionales incluso mientras capta directamente la verdad última. Es posible entonces conocer simultáneamente todo, tanto la diversidad de los fenómenos como su profundo modo de ser: la vacuidad. En esto consiste la omnisciencia.