Carolina

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torpe abrazo; su barba me hizo cosquillas en la mejilla—. Siempre me alegro cuando alguno de vosotros se marcha —me dijo en voz baja—. Sé que te las arreglarás bien, pero siempre puedes volver aquí si lo necesitas. Una de las niñas que estaban en los camastros empezó a agitarse y a gemir. Trapis se separó de mí y se dio la vuelta. —Qué, qué —dijo al ir a atenderla, y las plantas de sus pies hicieron ruido sobre el suelo de piedra—. Qué, qué. Ya va, ya va.
El nombre del viento
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