Carolina

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Por eso yo sabía la verdad. La sentía, pesada y certera en el fondo de mi estómago: nunca volvería a ver a Denna. Antes de que yo pudiera decir nada, ella miró nerviosa hacia atrás. —Tengo que irme. Búscame. —Volvió a esbozar su pícara sonrisa, se dio la vuelta y se marchó. —Lo haré —le dije—. Nos veremos donde se encuentran los caminos.
El nombre del viento
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