No era buena idea apuntárselas. Apuntarles las copas demostraba cierto optimismo injustificado hacia el futuro. —¿Qué puedo…? —empezó a decir, antes de que la mano del señor Tulipán lo agarrara por el pescuezo y le estampara la cabeza con todas sus fuerzas sobre la barra. —No estoy teniendo un buen día —dijo

