Cualquier cosa que no fuera la verdad se le acababa desmontando. Hasta las mentirijillas piadosas, del tipo «el dinero lo tendré seguro a finales de semana», siempre acababan dando problemas. Se trataba de «andarse con cuentos», un pecado del compendio De Worde que era peor que mentir: era intentar que las mentiras parecieran interesantes.

