Señor Rey, necesitamos ese papel de verdad —dijo para romper el silencio pensativo. —Tienes un algo, señor De Worde —dijo el Rey—. Yo compro y vendo oficinistas cuando me hace falta, y tú a mí no me hueles a oficinista. Tienes aire de ser un hombre que hurgaría en una tonelada de mierda para encontrar un cuarto de penique, y me pregunto por qué es eso.

