también habrá un pago único de, digamos, dos mil dólares. Los enanos guardaron silencio. Luego hubo un coro metálico. Todos los enanos habían dejado sus tipos, habían metido las manos debajo de las losas y habían sacado sus hachas de batalla. —Trato hecho, entonces, ¿no? —dijo el señor Slant, apartándose a un lado. Los trolls se estaban irguiendo. A los trolls y a los enanos no les hacía falta ninguna excusa importante para pelearse. A veces bastaba con estar en el mismo mundo.

