Oh, no. ¡Por favor… no mates a nadie! —suplicó. —¿Cómo? —dijo lord De Worde. Otto Alarido se dejó caer al suelo, con las manos en alto como garras. —¡Buenas tarrdes! —le dijo a un asombrado alguacil. Se miró la mano—. Ah, ¿dónde tengo la cabeza? —Cerró los puños y se puso a bailar sobre un pie y sobre el otro—. ¡Levanta los puños según el pugilismo trradicional de Ankh-Morporrk!

