¡Sonría, por favor! —Un momento —dijo Sacharissa—. ¿Seguro que un vampiro puede…? Clic. La salamandra soltó un destello, perfilando la sala entera de luz blanca abrasadora y oscuras sombras. Otto soltó un grito. Cayó al suelo, agarrándose la garganta. Se puso de pie de un salto, con los ojos como platos y jadeando, y fue dando tumbos, patizambo y tembloroso, hasta un lado de la sala y luego al otro. Por fin se desplomó detrás de una mesa, tirando un montón de papeles de un manotazo incontrolado. —¡Aarghaarghaaargh…!

