El señor Slant es un hijo de puta muerto y retorcido capaz de darle la vuelta a esto que llamamos nuestras leyes como si fueran un calcetín. —Sí —dijo William—. Y es mi abogado. Se lo garantizo. —¿Por qué iba el señor Slant a interceder por usted? —preguntó Vimes, mirando fijamente a William. William le devolvió la mirada con la misma intensidad. Es verdad, pensó. Soy hijo de mi padre. Lo único que me hace falta es usarlo. —¿Porque es un hombre muy justo? —dijo—. Y ahora, ¿va a mandar a un recadero a buscarlo? Porque si no lo hace, me va a tener que dejar ir.

