¡Carajo, sáquese el maldito pepinillo de la nariz, por favor! ¡Se supone que somos profesionales! —Eso no es un pepinillo —dijo una voz en la oscuridad. El señor Alfiler se sintió inusualmente agradecido cuando la puerta se cerró de golpe tras ellos. Para su sorpresa, también oyó pasar los cerrojos. —Bueno, nos podría haber ido mejor —dijo, sacudiéndose pelo y polvo del abrigo. —¿Y ahora qué? —preguntó el señor Tulipán. —Es hora de idear un plan B

