Naird

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—Y luego está lo de la menta —continuó William—. He ahí un enigma. ¿Por qué menta? Y luego pensé: ¿será que alguien no quería que le siguieran el rastro por el olor? ¿Quizá ellos también habían oído hablar del hombre lobo de ustedes? Romper en el suelo unos cuantos frascos de aceite de menta podría sembrar un poco de confusión… Y entonces llegó: una levísima contracción mientras Vimes echaba un breve vistazo a unos papeles que tenía delante. ¡Lotería!, pensó William.
La verdad
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