Amelia sintió una punzada de dolor. Sí, había amado a Pierre, y le había amado tanto que sabía que ya nunca más podría querer de igual modo a ningún otro hombre, aunque Pierre había destrozado su inocencia, había pisoteado el amor que le profesaba y le había dejado una cicatriz tan profunda en su corazón que le dolería el resto de su vida.

