Tse Yang, pintor de tigres,
Tse Yang, pintor de tigres
Arde Mundo. Qin Shi Huang lo manda. Ardan libros, como
ardieron los hombres en el campo de batalla. La paz es la
muerte. La paz son los buitres y el muro. La paz son los miles,
llevando la roca que levanta la barrera que mantiene lejos al
bárbaro Mongol. Arde mundo, arde. Tse Yang no se preocupa.
En las montañas y la niebla, dedica su vida a su arte único.
Los bosques rayados del bambú albergan al tigre que busca
su ojo y su mano, ese que caza y mata y prolifera sigiloso.
Extiende día tras día un papiro sobre el suelo de una choza y
el pincel traza laberintos de negro y amarillo sobre el fondo blanco.
Los hombres buscan siempre un pensamiento y una obra, y
Tse Yang busca al tigre que dibuja mientras medra el pelo en su
cabeza y el tiempo aja su piel. Puede caerse el muro, pueden
morir a miles los hombres, nada puede acabar con los tigres que
nacen, uno tras otro, para traer la muerte a bestias y a hombres
sobre estas laderas eternas. Nada detiene la concentrada maestría
del pintor de tigres