«Un burócrata –escribió a su amigo Ático– es el más despreciable de los hombres, aunque es necesario, al igual que los buitres son necesarios; pero uno no puede admirar a los buitres, a los que de modo extraño tanto se parecen los burócratas. No me he encontrado con un burócrata que no sea mezquino, aburrido, casi necio, taimado o estúpido, opresor o ladrón, que se pavonee con la poca autoridad de que goza, al igual que un niño disfrutaría poseyendo un perro travieso. ¿Quién podría confiar en semejantes criaturas? Son como el excremento de las naciones complejas.

