Por las noches rezaba con las palabras del rey David que Noë le había enseñado: «Alzaré mis ojos hacia las colinas de donde me viene la ayuda. La ayuda me viene del Señor, quien creó los cielos y la tierra. Él no permitirá que sea movido tu pie. Él te custodia y no se quedará dormido. Él custodia Israel y no se quedará adormilado ni dormido. El Señor es tu guardián. El Señor es la sombra que cae sobre tu mano derecha. El sol no te dañará por el día, ni la luna por la noche. El Señor te protegerá de todo mal. Protegerá tu alma».

