mientras ayudamos a los niños a ser más receptivos a la unión con los demás, debemos tener en cuenta la importancia de mantener al mismo tiempo su identidad individual. Para una niña de diez años que hace todo lo que está a su alcance para encajar en una pandilla de niñas malas del colegio, es posible que el problema no sea su falta de receptividad para unirse a un «nosotros». Puede que, en su caso, lo preocupante sea todo lo contrario: ha perdido de vista su «yo» y, por lo tanto, sigue el juego a todo lo que ese grupo de bravuconas le ordena que haga.

