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El romance se convirtió en una estrategia clave para nuestra supervivencia en la arena. El problema es que para Peeta no era tan solo una estrategia.
indemne,
Entonces, de repente, mientras le sugería encargarme de repasar las trampas todos los días, él me sostuvo la cara entre las manos y me besó.
Daba igual que fingiese, nunca podría mirar de nuevo sus labios de la misma manera.
Mi tiempo en la arena me ha servido para darme cuenta de que necesito dejar de castigarla por algo que ella no podía evitar,
Porque, a veces, a las personas les ocurren cosas que no están preparadas para afrontar.
tendré que casarme con Peeta.
Una de las pocas libertades que tenemos en el Distrito 12 es el derecho a casarnos con quien queramos o a no casarnos, y hasta eso me lo han quitado.
Ni siquiera puedo mirar a Peeta, mi futuro marido, a pesar de que sé que no es culpa suya.
Todos sabemos que se me dan mejor las cámaras que a Katniss, nadie tiene que ayudarme para saber qué decir, siempre que sepa dónde me estoy metiendo.
De vuelta en nuestros alojamientos del Centro de Entrenamiento, soy yo la que sugiere la proposición de matrimonio pública. Peeta acepta hacerlo, aunque después se encierra en su cuarto un buen rato. Haymitch me pide que lo deje en paz. —Creía que era lo que él quería —dije. —Pero así no. Él quería que fuese de verdad. Me voy a mi habitación y me meto debajo de las sábanas intentando no pensar en Gale y consiguiendo no pensar en nada más que en él.
Al parecer, mi broche de sinsajo se ha convertido en lo más de la moda, porque varias personas se acercan a enseñarme sus accesorios. Mi pájaro se ha copiado en hebillas de cinturón, se ha bordado en solapas de seda e incluso se ha tatuado en lugares íntimos. Todos quieren llevar la insignia de la ganadora. Me imagino lo mal que le sienta al presidente Snow, pero ¿qué puede hacer al respecto? Aquí los juegos fueron todo un éxito y las bayas nada más que el símbolo de una chica desesperada intentando salvar a su amado.
—No hace falta, mis pesadillas suelen ser sobre perderte, así que se me pasa cuando me doy cuenta de que estás a mi lado.
si yo fuese la encargada, los analgésicos desaparecerían en un día, porque me cuesta soportar el sufrimiento de los demás.
Quizá haya sido el catalizador de la rebelión, pero un líder es alguien con convicción, y yo apenas acabo de unirme a la causa;
—No es verdad, te di la dirección correcta —protesta ella. —Me dijiste que vivía al lado de la entrada oeste de la mina. —De la entrada este —me corrige Prim. —Dijiste claramente que era la oeste, porque después yo te dije: «¿Junto a la escombrera?». Y tú respondiste que sí. —La escombrera que está junto a la entrada este —insiste Prim con paciencia. —No, ¿cuándo dijiste eso? —Anoche —interviene Haymitch. —Era la este, sin duda —añade Peeta. Mira a Haymitch y se ríen los dos. Miro con odio a Peeta y él intenta parecer arrepentido—. Lo siento, pero es lo que yo decía, no escuchas a los demás
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—Ni viviendo cien vidas llegarías a merecerte a ese chico. Lo sabes, ¿no?
Gale sabe que lo elegí a él antes que a Peeta al no huir.
siempre utilizo el trabajo para canalizar mis emociones. Así no hago daño a nadie, salvo a mí mismo.
Es como si me hubiesen cubierto de brasas relucientes... No, yo misma soy una brasa reluciente sacada de una chimenea.
—Saber apreciar la belleza no es lo mismo que sentir debilidad —señala Peeta—. Salvo quizá en lo que respecta a ti.
—Pues vamos —acepto, metiéndolo en mi habitación.
—Ojalá pudiera congelar este momento, ahora mismo, aquí mismo, y vivir en él para siempre.
Finalmente, Finnick dice: —No puedo creer que Cinna te haya puesto eso. —No tuvo elección, el presidente Snow le obligó —respondo, a la defensiva. No permitiré que nadie critique a Cinna.
De repente, estoy muerta de miedo por él. ¿Qué ha hecho? Algo de un peligro tremendo, un acto de rebelión en sí mismo. Y lo ha hecho por mí. Recuerdo sus palabras... «No te preocupes, siempre utilizo el trabajo para canalizar mis emociones. Así no hago daño a nadie, salvo a mí mismo».
disfrutar de un tiempo, aunque breve, es mejor que no disfrutar de ninguno,
Cuando terminan los últimos acordes del himno, los veinticuatro formamos una fila unida en lo que debe de ser la primera muestra pública de unidad entre los distritos desde los Días Oscuros. Mientras la pantalla empieza a fundirse en negro, noto que se dan cuenta de ello. Sin embargo, es demasiado tarde; con la confusión, no nos cortaron a tiempo. Todo el mundo lo ha visto.
me siento poderosa.
—Recuerda, chica en llamas, que sigo apostando por ti. —Me da un beso en la frente y retrocede,
—Fue la mentora de Finnick, ¿sabes? —dice Johanna, en tono de reproche. —No, no lo sabía.
eso no les gustaría, ¿verdad? —Echa la cabeza atrás y grita—: ¡¿Que se rebele todo el país?! ¡No les gustaría nada!
A quién usaron contra Finnick? —me pregunta. —A alguien llamada Annie. —Debe de ser Annie Cresta. —¿Quién? —Annie Cresta. Mags se presentó voluntaria para evitar que viniese. Ganó hace unos cinco años.
«Así que ese es el amor de Finnick —pienso—. No su larga serie de ricos amantes del Capitolio, sino una pobre chica loca de su distrito».
Si mueres y yo vivo, no quedará nada para mí en el Distrito 12. Tú lo eres todo para mí —me dice—. Nunca volvería a ser feliz.
—Vas a ser una gran madre, ¿sabes? —me dice. Después me da un último beso y vuelve con Finnick. Su referencia al bebé me indica que se ha acabado el recreo, que estamos de nuevo en los juegos. Que sabe que la audiencia se estará preguntando por qué no ha utilizado el argumento más persuasivo de su arsenal. Hay que manipular a los patrocinadores. Aun así, mientras me estiro sobre la arena, me pregunto: ¿podría ser algo más? ¿Un recordatorio de que algún día podré tener hijos con Gale? Bueno, si es eso, ha sido un error. Primero, porque los niños nunca han formado parte de mi plan. Y segundo,
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la belleza que surgía del dolor.
—Teníamos que salvarte porque tú eres el sinsajo, Katniss —me interrumpe Plutarch—. Mientras sigas viva, la revolución continuará.
El pájaro, el broche, la canción, las bayas, el reloj, la galleta, el vestido que estalló en llamas. Yo soy el sinsajo. La que sobrevivió a pesar de los planes del Capitolio, el símbolo de la rebelión.

