En síntesis, los niños y las niñas deben aprender que la receptividad empática y el llanto no implican una falta de virilidad, como tampoco la comprensión por las penurias de quienes pasan hambre o sufren maltrato. Sin embargo, este aprendizaje no se logra confrontando a los alumnos con frases como “abandonen sus imágenes anteriores de la virilidad”, sino sumergiéndolos dentro de una cultura receptiva tanto en sus contenidos curriculares como en sus métodos pedagógicos, es decir, dentro de una propuesta educativa imbuida por completo de las capacidades para el amor y la comprensión.

