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Desde aquel día el Magistral influyó cuanto pudo en aquel espíritu que dominaba por entonces, para arrancarle de la contemplación y atraerle a la vida activa. «Si se remontaba demasiado, le olvidaría a él, que al fin era un ser finito. Santa Teresa había dicho, y Ana recordaba a cada momento que tenía: '...Una luz de parecerle de poca estima todo lo que se acaba', y como don Fermín había de acabarse, le espantaba la idea de que por eso Ana llegase a tenerle en poco».
La regenta
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