A sus queridas, cuando no eran demasiado beatas y estaban muy enamoradas, procuraba imbuirlas en sus ideas acerca del átomo y la fuerza. El materialismo de Mesía era fácil de entender. Lo explicaba en dos conferencias. Cuando la mujer se convencía de que no había metafísica, le iba mucho mejor a don Álvaro. Al recordar una hembra de las convertidas al epicureísmo solía decir don Álvaro con una llama en los ojos muy abiertos: —«¡Qué mujer aquella!».—Y suspiraba. Aquella mujer nunca había sido una vetustense. Las vetustenses tampoco creían en la metafísica, no sabían de ella, pero no pasaban por
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