«¿Ven ustedes? decían las miradas triunfantes de la Fandiño. Todas somos iguales». Y sus labios decían:—¡Pobre Ana! ¡Perdida sin remedio! ¿Con qué cara se ha de presentar en público? ¡Como era tan romántica! Hasta una cosa... como esa, tuvo que salirle a ella así... a cañonazos, para que se enterase todo el mundo.