Mundo nuevo, viejo mundo: ¿en qué medida la imposibilidad de cumplir esta trayectoria en plenitud —del mito a la épica y de la épica a la tragedia— es inherente a las frustraciones de nuestra historia, en qué medida apenas un pálido reflejo de la decisión moderna, judeo-cristiana primero, pero burocrático-industrial en seguida, de exilar la tragedia, inaceptable para una visión de la perfectibilidad constante y la