El alboroto que salía del espejito se paró. Allí dentro había un duende, y Rosa lo movió hasta colocarlo enfrente de los niños. El duende se parecía a ella, tenía las cejas finas, dibujadas, y los párpados pintados. Pero era pequeñito y llevaba una diadema y una bata de color rosa. Su casa era pequeña. De duende.

