El plato repulsivo que le pusieron delante se llenó de lágrimas. Como una sopa. Pero ni una sola de las mujeres se ofreció a consolarla. Ni una sola. Ni su madre. La propia madre, que se la ha arrancado a una de las entrañas. Su madre, solo desenfreno y gritar y beber y contar chistes y dar golpes en la mesa con el culo.

