M A U R O

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Se le había metido como ponzoña en los ojos, en la boca, en los oídos y en el corazón, y así, envenenado, ciego y sordo como lo tenía, le había estrangulado la memoria para que olvidara a sus hijos y a su mujer, y se lo había quedado para ella sola hasta hacerle perderlo todo.
Te di ojos y miraste las tinieblas
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