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Cuidado con lo que hablas, decía. Puede escuchar lo que dices. Puede leer lo que escribes. Solo tus pensamientos están a salvo.
¿No notaban que tan solo era un hipócrita, capaz de formular respuestas que parecían válidas, pero incapaz de seguir sus propios consejos?
Por eso todo parecía tan sombrío. ¿Así era como vivía el resto de la gente? ¿Como vivía él antes? Apenas podía ver... Los nítidos, ricos detalles a los que se había acostumbrado habían desaparecido. Los vibrantes colores y las líneas definidas. Ahora, en cambio, todo era insulso y vago.
No me controla, Vin. No estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que hizo el lord Legislador. Tan solo empiezo a comprenderlo... y esa comprensión me preocupa.
Eres un hombre compasivo. Eso es una debilidad, pero no el auténtico problema. El problema es tu incapacidad para tratar con tu propia compasión.
todo líder tiene debilidades... ¡Los que vencen son los que aprenden a eliminar esas debilidades, no a darles impulso!
Era la adjudicación de una Bendición a un espectro de la bruma lo que daba a la criatura consciencia plena y auténtica vida.
Cada par de clavos proporciona lo que los kandra llamaban la Bendición de la Potencia. Sin embargo, cada clavo distorsiona también un poco más el cuerpo del koloss, volviéndolo cada vez más inhumano. Ese es el precio de la hemalurgia.
Ser rey no es siempre hacer lo que quieres, solía decir Tindwyl. Es hacer lo que tiene que hacerse.
—Sazed. ¿Siempre tienes que sentirte culpable por algo? En la banda original, considerabas que no hacías lo suficiente para ayudarnos a derrocar al lord Legislador. Luego, cuando lo matamos, estabas inquieto porque no hacías lo que los otros guardadores te decían. ¿Quieres explicarme exactamente por qué te sientes culpable nada menos que por estudiar? —Lo disfruto.
—Un hombre es aquello por lo que siente pasión. He descubierto que, si renuncias a lo que más quieres por lo que piensas que deberías querer más, acabarás sintiéndote inútil.
Por un lado, cada uno sabía que solo trabajando juntos podían crear. Por otro, ambos sabían que nunca tendrían completa satisfacción en lo que crearan. Conservación no podía mantener las cosas perfectas y sin cambios, y Ruina no podía destruir por completo.
Cerró los ojos. ¿Qué estoy diciendo? Las mujeres no querían oír hablar a los hombres de lo insignificantes que eran. Eso había oído decir. No tendría que haber venido a hablar con ella. Tendría que haberme puesto a dar órdenes. Para hacer ver que estoy al mando.
Pese a todos sus poderes, Elend era incapaz de hacer nada para proteger al pueblo y a la mujer que amaba.
Me pregunto qué habría hecho Elend de haber sabido que estaba en presencia de un dios moribundo, que aquella noche había sido testigo de la muerte de Conservación.
El mundo estaba muriendo. Sus dioses tenían que morir con él.
Una parte de ella se preguntaba si, en efecto, estaba loca. Después de todo, veía y oía cosas que nadie más podía. Sin embargo, si estuviera loca, no podría darse cuenta. Así que simplemente decidió aceptar lo que oía, y seguir adelante.
Parecía que, para creer, había que querer creer.
¿Era casualidad? ¿Era providencia? Al final, parecía que le tocaba a él decidir.
Algunas decisiones importantes se tomaban en el campo de batalla o en la sala de reuniones. Pero otras se tomaban en silencio, sin que los demás las vieran. Eso no hacía que la decisión fuera menos importante para Sazed. Creería. No porque se le hubiera demostrado algo más allá de su capacidad para negar. Sino porque había decidido hacerlo.