Hazel se obligó a sonreír y se llevó los lirios a la nariz para aspirar el aroma, como correspondía. «Las mujeres del mercado te han mentido —quiso responder—. Dicen lo que haga falta con tal de vender. Te vieron enfundado en ese abrigo azul y adivinaron que no sabrías que los lirios blancos son flores de funeral.»