Girasol en Velaris

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Tenía el rostro de Hazel grabado en la memoria y nunca se desdibujaba; era un eco que no se desvanecía. Una obsesión. Desde que posó la mirada en sus grandes ojos castaños, del marrón cálido de la madera bruñida o del ámbar pulido reflejando el ocaso, Jack había confiado en ella y seguiría confiando durante mucho más tiempo del que su instinto de supervivencia consideraba prudente.
Anatomía: Una historia de amor
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