Hay también muchos casos en los que un individuo manifiesta de forma insincera su eterna lealtad a un Estado opresivo a fin de proteger a su familia. Pero, en ambas situaciones, lo que entra en conflicto mutuo no es el bien contra el mal, sino un bien contra otro bien: la lealtad al orden vigente, que promueve estabilidad aunque lo haga de forma injusta en ocasiones, frente a la lealtad a la familia, que casi siempre es un bien. La civilización y los órdenes sociales pueden existir y florecer únicamente cuando ambas lealtades están lo bastante extendidas.

