Obviamente, el orden en sí puede ser opresivo y tiránico; y, por lo tanto, siempre es bueno fomentar aquellas evoluciones continuas que nos alejen de la tiranía. Pero instalarse en la mera oposición ingenua a la tiranía es una actitud demasiado cómoda, porque, con ella, evitamos enfrentarnos a la pregunta clave: ¿y si no hubiera orden alguno?

