La única cosa más contagiosa que una buena actitud es una mala actitud. Entre más tiempo habitas en lo negativo, más débil te sientes, y esa debilidad infecta a aquellos que te rodean. Sin embargo, lo contrario también es cierto. Sabía que si podía controlar mi actitud y redirigir mi atención, ganaría control sobre la situación entera. Estaba decepcionado, pero no estaba sorprendido de que mi rodilla se hubiera rendido. Ahora, dependía de mí aprender todo lo posible de este contratiempo, adaptarme y seguir adelante.